Elaborado por: Alfonzo P., Carlos R
Cohorte: 2009-III
Resumen comentado
Referencia:
Mateos, M. y Solé, I. (2009). Lectura y escritura de textos académicos: La lectura de textos académicos en la universidad. Textos de Didáctica de la Lengua y de la Literatura, 50, 12-19.
Vocabulario especializado, conceptos y temas de interés tratados en el artículo:
1. La lectura: proceso de recuperación y aprehensión de algún tipo de información o idea almacenada en un soporte y transmitida mediante algún tipo de código (usualmente un lenguaje).
2. La lectura en el contexto universitario: la finalidad que orienta a la lectura en el contexto universitario es la construcción de conocimientos. En este sentido, se habla de una “lectura para aprender” y como toda actividad humana, la lectura tiene siempre un motivo, pues está siempre orientada por una finalidad, un para qué, prescrito por el contexto (Bronckart, 1994, 1996).
3. Carácter epistémico de la lectura: cuando se habla del valor epistémico de la lectura no nos referimos a la simple incorporación de información, es decir, el papel instrumental de esta práctica no se reduce al simple “acceso” a los conocimientos disciplinares. Por el contrario, el valor epistémico surge cuando a partir de la lectura esos conocimientos se transforman, se reelaboran y se apropian, para incrementar y transformar la estructura conceptual del lector (Solé-Castells, 2004:7).
Resumen:
En el artículo que se comenta, las autoras señalan que la lectura de textos académicos en la universidad es el medio por excelencia que fomenta el aprendizaje y permite la adquisición de una buena parte de los conocimientos específicos de las disciplinas en la que se forman los estudiantes universitarios. Exponen las autoras que con la lectura, el lector puede hacer inferencias sobre un problema planteado y transformarlo así en su conocimiento previo; es decir, puede pensar con lo que lee y no solamente en lo que lee. También Mateos y Solé explican que la lectura se convierte en un procedimiento general y universal aplicable a la adquisición de conocimiento en cualquier ámbito y contexto. No obstante, aunque en la universidad, a los estudiantes se les presentan desafíos que los llevan a usar la lectura (y la escritura) como estrategia para explorar, elaborar y comunicar conocimiento, la realidad de la enseñanza universitaria sigue obedeciendo a los patrones tradicionales que la utilizan meramente como reproducción de información. En este sentido, las autoras puntualmente refieren que en investigaciones realizadas, la práctica cotidiana universitaria es promover sin proponérselo el uso de la lectura de manera superficial y reproductiva, los estudiantes son confrontados a un número considerable lecturas concentradas en manuales o apuntes de clase, de escasa complejidad y que no los invitan a pensar o integrar informaciones procedentes de diversos textos. Es entonces prioritario, según muestran Mateos y Solé, que los estudiantes lean con propósitos diferentes del reproducir el contenido preexistente. Se debe promover en ellos actividades de lecturas supervisadas de carácter exploratorio y elaborativo que incite la práctica lectora reflexiva, para ayudarlos a conocerse como lectores universitarios, y a entender lo que se espera de ellos como miembros de una determinada cultura disciplinar.
Comentario crítico:
La idea de concebir la lectura de textos académicos en la universidad como una competencia que plantea el desarrollo de capacidades de pensamiento abstracto y como tarea orientada a concretar el conocimiento y hacerlo propio, me resultó un tópico importante que hay que abordar como una necesidad latente en el proceso de enseñanza-aprendizaje de este nivel educativo.
En este sentido y como profesor universitario, lo planteado por Mateos y Solé de profundizar el abordaje no solo del proceso de lectura, sino también de escritura, me parece parte de la clave que permite fortalecer el éxito de los estudiantes en su acontecer universitario. En general muchos alumnos no perciben lo significativo que es aprender nuevas formas de leer para mejorar sus procesos cognitivos; estos alumnos tampoco presentan motivación suficiente para aprovechar la lectura (y escritura) como ingrediente imprescindible en la construcción de los conocimientos específicos que los hará miembros de una determinada disciplina profesional.
De lo dicho a lo concreto, no es fácil hacer comprender a los estudiantes la importancia de la lectura y escritura para su vida académica, si a esto le sumamos que en muchas casos los profesores no disponemos de recursos económicos, temporales y pedagógicos para incorporar dentro de nuestras actividades, estrategias que fortalezcan de manera efectiva la inclusión de la lectura como medio generador para concebir un estudiante reflexivo en su rol como lector. Pero aceptar este compromiso, seguro que si permitirá asumir conjuntamente con el estudiante acciones puntuales para ampliar su continuo desarrollo.
A pesar de que parece una labor titánica, concebir la lectura y la escritura como una práctica para promover el aprendizaje más comprensivo es un reto. Para el profesor universitario debería estar planteado enseñar a leer y escribir en las disciplinas que imparte. Enseñar a usar esta dupla como estrategias entrelazadas permitirá habituar al estudiante universitario a sintetizar, reconstruir, integrar, elaborar y comunicar el conocimiento que a diario adquiere en el aula, fortaleciendo de manera directa la asignatura que imparte, el currículo en el que se suscribe el procesos de enseñanza-aprendizaje y el contexto universitario en su generalidad.
Aceptar este reto exige por parte de los estudiantes, profesores e instituciones universitarias pensar en concebir respuestas integrales y ajustadas al problema que genera actualmente el desafío de la lectura universitaria. Es indudable que lo que más se desea es contar con un estudiante con niveles profundos de lectura y aprendizaje. Sin embargo, nuestra realidad común es contar con estudiantes habituados al discurso expositivo-descriptivo y no al explicativo-argumentativo como exigencia característica de nuestro contexto académico. Como plantean algunos autores citados en el artículo comentado, el proceso de generación de conocimiento exige de actividades de lectura y escritura que permitan explorar, elaborar y comunicar el mismo (Miras y Solé, 2007).
La propuesta de las autoras de alguna manera se traduce, en que cada profesor debería trabajar en enseñar a leer la asignatura que compone la disciplina curricular en la que esta contextualizado el estudiante. Para ello, es necesario en mi opinión: (1) la generación de espacios para lectura; (2) la selección de fuentes bibliográficas más productivas (lo cual implica acompañar a los estudiantes en su abordaje); (3) priorizar la profundidad y cantidad de textos abordados; (4) establecer la orientación sistemática sobre los objetivos de lectura de esos textos y el cómo señalar criterios para la jerarquización de la información por parte de los estudiantes; (5) la producción de textos por parte de los estudiantes como forma expresión concreta de sus ideas; y (6) la inclusión de trabajo con textos para fortalecer la consideración de la comprensión lectora en las evaluación que ha de realizar el profesor.
A modo de cierre, las autoras muy acertadamente sugieren que para lograr un aprendizaje profundo a partir de textos, es necesario que los estudiantes lean con propósitos diferentes de reproducir lo existente en los textos hasta construir nuevos conocimientos a partir de ellos. En pocas palabras, debemos inculcar en nuestros estudiantes experiencias formativas que a través de la lectura (y escritura) les permita crecer dentro de la universidad como futuros profesionales, para resolver problemas y divulgar los resultados en el continuo desarrollo de la conciencia y del bienestar común que genera el conocimiento.